lunes, 26 de enero de 2015

El caso Nisman


El caso Nisman ha generado un verdadero shock institucional.

En pocos días un “suicidio evidente” (entre comillas) se fue convirtiendo en un “asesinato que responde a oscuros intereses para perjudicar al gobierno” (también entre comillas).

Las declaraciones de un lado y de otro, van y vienen, cada vez con mayor violencia. Todos acusan, todos se defienden.

El gobierno, la oposición,  los medios, los servicios de inteligencia, los operadores políticos, los legisladores, los analistas, todos sumergidos en una confusa  dinámica que la ciudadanía no logra racionalmente entender, aunque sí puede intuir –que por detrás del escenario- existe un amplio, turbio y vital mundo de peligrosas relaciones no-institucionales.

La justicia, mientras tanto, desde la mirada del hombre de la calle, camina con su paso lento, complejo y de incomprensible andar. ¿Alguna vez será justicia? nos preguntamos.

Instituciones, organizaciones y diferentes sectores de la sociedad –tanto locales, como nacionales e internacionales- solicitan se profundice la investigación, llegando en algunos casos a solicitar la conformación de una investigación internacional.

Este caso ha sido una verdadera bomba que afectó no solamente la imagen y credibilidad del gobierno -tanto en la nacional como en lo internacional- sino también que esta situación impacta en las relaciones a nivel regional. Todos estamos bajo sospecha. Una vez más se ha dado un duro golpe a la fe pública, a la re-pública, base indispensable de nuestro ansiado estado de derecho.

Mientras tanto, la ciudadanía sigue presa de la especulación política y mediática, sintiéndose cada vez más atrapada en una red de hechos, información y circunstancias que de ninguna manera puede claramente comprender y menos aún, digerir.

En este momento, además de la indignación que crece y se multiplica en muchos sectores sociales, crece también el temor y la inseguridad: el planteo de la calle es muy simple y contundente ¿Si un Fiscal Especial de la Nación, con 10 o 15 custodios a su cargo, dentro de un edificio con alta seguridad, es "asesinado"? ¿Qué queda para el ciudadano común?

Las preguntas son muchas, las respuestas muy pocas, la verdad sigue bajo sospecha.

miércoles, 7 de enero de 2015

Psicopatía, Sociopatía y Modernidad



Hace un tiempo descubrí un trabajo de Inmaculada JAUREGUI BALENCIAGA (Psicopatía: Pandemia de la Modernidad, 2008) el cual me pareció muy interesante; por su enfoque, por su claridad y por su capacidad de síntesis. 

Investigando un poco descubrí que se trata de una Doctora en Psicología, que trabaja en Atención de la Salud Mental en Las Palmas de Gran Canaria y que vivió y se educó en Canadá (Universidad de Quebec). Desde hace más de 20 años ejerce la psicología, en Canadá y España, en terrenos tan diversos como la violencia de género, menores (mujeres) en desamparo, atención a las drogadependencias, salud mental (clínica y ambulatoria), y psicoterapia.

Debido a la longitud del trabajo y a la importancia que le asigno al tema, me tomé el trabajo de resumirlo de manera tal de poner en blanco sobre negro sus ideas principales, ya que su mirada, creo, arroja luz sobre la naturaleza de determinados problemas políticos, sociales, económicos actuales, y sobre la factibilidad que podríamos tener los ciudadanos comunes de encontrar alguna solución efectiva a los mismos.

Si bien se puede decir que sus contenidos no son del todo “optimistas”, por la realidad que describen, el hecho de que provengan de una profesional de la salud mental, con muchos años de consultorio, bien vale la pena prestarle atención y tomarlo como fuente de reflexión sobre esta etapa particular de la historia que ha sido bautizada como modernidad (y posmodernidad), en donde solemos encontrarnos algo indefensos y sin sólidas referencias que nos permitan diferenciar verdades de mentiras, promesas de logros, palabras de hechos, ficciones de realidades.

¡Espero que les sea de utilidad!


RESUMEN del TRABAJO

La psicopatía parece ser una patología consustancial a la modernidad, profundamente ligada a los “valores” económicos, que va filtrándose en la cultura, convirtiéndose en el modelo de éxito y poder a imitar y socavando las estructuras sociales y políticas, devaluando así la idea de democracia.

Más allá del diagnóstico psiquiátrico, hoy extinto, la psicopatía emerge como un problema social en expansión, caracterizado por una crueldad hacia lo humano, fruto no solo de una constante transgresión de las normas sino de una perversión  de la ley en beneficio propio.

El origen de esta pandemia generadora de una violencia sin precedentes, podemos situarlo en el espíritu protestante del capitalismo y su ulterior desarrollo.

PALABRAS CLAVES: Psicopatía, modernidad, política, capitalismo, razón, economía, ley, transgresión.


ALGUNAS NOTAS SOBRE EL TRABAJO

Psicopatía: un mal moral en vías de expansión

• Psicopatía: su prevalencia –número de casos de esta patología- es semejante a la esquizofrenia (entre 0,5 y 1,5% de la población global).
• El gran problema de esta enfermedad radica en su definición y clasificación.
• Desde lo psiquiátrico, esta enfermedad no existe. Desde 1968, ha mutado hacia un trastorno de la personalidad: el trastorno antisocial. Debido a lo cual, es aplicado a conductas criminales, dejándose de lado una constelación de rasgos emocionales e interpersonales.
• Dentro de este mismo contexto “mutante”, el carácter social de dicha patología (bautizada oportunamente como sociopatía), se ha ido diluyendo, apareciendo como algo individual y posiblemente con una fuerte carga genética. De esta forma se diluye todo el proceso de socialización moderno y global que está influyendo en la extensión, expansión,  de la psicopatía.
• En otras palabras, el sesgo ideológico que marca el espectro de la enfermedad mental y los trastornos de comportamiento, no permiten clasificar ni mucho menos estudiar como psicópatas a personas aparentemente normales y que actúan en campos tan variados como la política, la economía, la educación etc.
• La psicopatía se ha camuflado así detrás de rasgos de comportamiento modernos y democráticos,  aceptados socialmente e inclusive bien vistos.
• La psicopatía, retomando su significado de origen, tiene que ver con una insania o locura fundamentalmente moral o ética cuya principal víctima es la misma sociedad a través de la continua vulneración de sus normas sociales (Ver Derechos absolutos, deberes relativos). Se trata de una patología cuyos rasgos más claros son: la falta de empatía o ausencia de toda preocupación por los demás; la crueldad y la insensibilidad emocional.
• Estos rasgos facilitan la manipulación de los demás sin remordimientos ni culpas.
• Los psicópatas son personas racionales, lógicas, que conocen perfectamente la diferencia entre “bien” y “mal”. Solo que sus decisiones se basan solo en los beneficios que obtienen de sus acciones, a través de una ruptura de los códigos morales (principal característica).
• “Su mundo social está fuertemente limitado; parece una especie de autismo social” (PIÑUEL I., Mi Jefe es un psicópata, Alienta Barcelona, 2008). Un psicópata es simplemente es una persona mala. Son racionales y conscientes del daño que causan, aunque no les importe.

Convergencia de los valores psicopáticos con los valores de la sociedad moderna

• La escisión entre razón y emoción parece estar en la base de la psicopatía. Los psicópatas son personas racionales, pragmáticas, se centran en sus propios intereses, son indiferentes a la consecuencia de sus actos y a los daños que puedan causar a los demás y no reparan en medios para lograr sus objetivos (RIUS S., Psicopatía y política, 2004).
• Su visión coincide plenamente con el espíritu del capitalismo y el funcionamiento economicista moderno y posmoderno. En este espíritu es donde nos socializamos.
• Algunas relaciones:
-Cuando leemos que los psicópatas poseen una lógica perversa e instrumental -> Pensamos en el funcionamiento de las grandes empresas y corporaciones.
-Cuando leemos que las leyes y normas no van con ellos -> Pensamos en el funcionamiento político de nuestras democracias.
-Cuando leemos que las personas no les importan -> Pensamos en la lógica subyacente del capitalismo. 
• El dinero no tiene ética ni moral. Quien dice dinero, dice negocios, dice empresas, dice corrupción, dice política, especulación, pero dice –por sobre todo- personas enfermas, psicópatas.
• El comportamiento psicopático no tiene internalizado el bien, su comportamiento es mimético; funciona como si fuese normal pero no lo siente, lo simula.
• La comprensión de este fenómeno lo da PIÑUEL I. (2008) quien dice que las principales instituciones educativas y socializantes (escuela, familia) son altamente tóxicas porque están basadas en la carencia de internalización de normas éticas o morales. En definitiva, estamos siendo “educados” en normas y valores psicópatas: “En una sociedad psicopática, el narcisismo social dominante hace el resto, inoculando desde pequeños a los niños la necesidad de tener éxito, de apariencia y notoriedad social. El virus del narcisismo social les conduce a la rivalidad, la competitividad, la envidia y el resentimiento contra los demás. Tal es el propósito educativo que nos invade y explica por qué muchos de estos niños al hacerse mayores se convierten en depredadores en organizaciones donde recalan como trabajadores.”
• Algunos autores ya han hablado y tildado a nuestra sociedad moderna de “una sociedad sociopática” (GARRIDO, V., El psicópata, Algar, 2000). Nuestra sociedad se caracteriza, desde la óptica patológica, por el desarrollo y expansión de problemas globales como el crimen, la contaminación ambiental, los genocidios, las guerras, las hambrunas, la esclavitud. Situaciones que son justificadas desde la óptica de la racionalidad instrumental de un sistema económico en donde cualquier persona –sin necesidad de “ser” un psicópata- puede adoptar conductas de este tipo en el marco de una socialización tóxica.
• Es importante diferenciar al psicópata de aquel que adopta un comportamiento psicopático; los resultados son iguales, independientemente del “origen” de tal enfermedad (social o genético). 
• El factor de socialización parece jugar un papel fundamental en la patología psicopática. Estamos siendo socializados en una constante indefensión, una especie de resignación ante aquello que no podemos evitar, que paraliza bloqueando cualquier acción. Al afirmar que no hay salida o alternativa al funcionamiento económico actual, estamos –de alguna manera- induciendo a la irresponsabilidad moral y social. Nadie tiene la culpa, son las circunstancias, las “leyes del mercado” como algo sagrado, cooperando así con “lo inevitable”.
• Esto continúa con un “no es asunto mío/nuestro” lo cual genera indiferencia, la cual se transforma en una falta de sentir, todo lo cual permite el desarrollo de una falta de remordimientos y de sentimientos de culpa, lo cual provoca una ausencia de empatía, todo lo cual hace progresar y sostiene la psicopatía.
• La ética protestante del espíritu capitalista sostiene que enriquecerse no sólo no es malo sino que además es un deber y, como tal, se presenta como una máxima absoluta (WEBER, M., 2001, La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, Alianza Editorial, Madrid). En esta religión de origen protestante calvinista, el lucro es un deber moral.
• La racionalización que propone la nueva religión reduce al mundo y todo lo que habita en él, a un objeto de cálculo, explotación y dominación.
• Esta racionalidad, que propone maximizar beneficios y minimizar costos, impide poner cualquier tipo de límites al mercado.
• La ética capitalista es una contradicción en sí misma pues, la ética de obtener lucro a través del esfuerzo propio (personal) desaparece cuando todo queda a merced del capital, del mercado (impersonal). 
• En este sentido, la ética capitalista se caracteriza por una ruptura de los códigos morales, tradicionales, que impiden enriquecerse a costa de los demás. Y es esta ruptura, justamente, lo que caracteriza al psicópata.
• Estamos siendo socializados dentro de una cultura individualista, amoral y hedonista en donde el yo se desarrolla a través de transacciones mercantiles de autorrealización. En definitiva, un narcisismo caracterizado por una incapacidad para sentir, convirtiendo al mundo en un espejo del yo (SENNET, R., Narcisismo y cultura moderna, Kairós, Barcelona, 1980). Si en algo se caracteriza la persona psicópata es por su narcisismo, lo cual viene dado por la eliminación del aspecto social, en donde todo pasa a ser impersonal, cosificado y digno de ser depredado. El otro queda fuera de mi análisis y todo queda a disposición del intercambio mercantil.
• Dentro de esta cultura, lo privado suplanta a lo público y una persona está dentro del sistema o fuera. El criterio de exclusión estará alrededor de la máxima de enriquecerse a costa de lo que sea o de quién sea. Así, estas personas triunfarán y tendrán poder. Las que no quieran enriquecerse, estarán fuera del sistema y serán los excluidos, los sacrificados, los proscriptos. De esta forma el mundo queda polarizado: los depredadores y los depredados.

La religión económica: germen de la psicopatía

• En la modernidad la religión, como elemento estructurador de lo social, se desplaza hacia la periferia del sistema y es sustituido por lo político y posteriormente, en el Siglo XX, por la economía, utilizando como dogma central la razón instrumental, legado de la Ilustración.
• En este sentido la economía tendrá sus sacrificios, sus rituales y sus dogmas, transformando el pensamiento moderno en un único pensamiento pero razonable y razonadamente fruto de un consenso. EL desplazamiento de la religión hacia la periferia no ha significado la desaparición de lo sagrado, sino su metamorfosis. Hoy la economía representa lo sagrado.
• Así, la religión económica, podrá realizar sus sacrificios humanos de una manera justificada por una razón de costos y beneficios. Además, el sacrificio de algunas personas está justificado por el bien de “toda” la sociedad.
• En este contexto, no importan los medios para alcanzar los fines perseguidos, solo importa alcanzar una solución al problema. La gente sacrificada serán denominados “daños colaterales” pero necesarios al bien común. Es una racionalidad instrumental totalitaria. Es una posición absolutamente psicopática, y el capitalismo se nos presenta como la única y mejor solución.
• La religión sacrificial de la economía no tiene moral, como tampoco lo tiene su máximo representante: el mercado. Ni siquiera la legalidad puede restringirlo porque él es la ley: si puede debe hacerse. Esta es la lógica amoral, racional, fría, psicopática, sin remordimientos, sin sentimientos de culpa. Una lógica compartida por millones de personas y que negocia con armas, terrorismo, drogas, política; que mata a quien se interponga en el camino del  lucro; una lógica que impone y deroga leyes, gobiernos; una lógica que hace ganar a entidades financieras cantidades equivalentes a los PBI de algunos países.
• Esta lógica ha invadido todas las clases sociales y que justifica la especulación, y que miente y manipula para esconder su verdadera motivación. Una lógica que desestructura la sociedad, deshaciendo todo aquello que la cohesiona (familia, escuela, asociaciones, religión, etc.).
• Esta lógica psicopática está ejecutada por psicópatas, personas que están detrás de la economía, la política, los negocios. Seres a quienes no les importan las consecuencias de sus actos.
• Gracias a esta lógica todo es factible de “des-responsabilizarse”. Las culpas son de terceros: el mercado, la competencia o la presión de los costos. Gracias a esta lógica existe el despido masivo, el hambre, la enfermedad, los desastres ambientales, la violencia, etc. Gracias a esta lógica se justifican las enormes riquezas concentradas. 

Socialización moderna: la banalización del mal (1)

• La banalidad del mal viene de la mano de la liberalización del mercado a través de la falsa creencia de que es el único camino posible. El capitalismo neoliberal se nos aparece como la única elección racional y democrática de toda la historia. La banalización del mal viene de la extendida creencia de que la economía exige sacrificios por el bien de la humanidad. La economía capitalista, democrática y racional nos dice –a través de las acciones concretas- que en el mundo no hay lugar para todos, no hay comida para todos, no hay agua para todos, no hay derechos para todos.
• Una vez aceptadas estas premisas o “reglas de juego”, cualquier carnicería, cualquier atrocidad queda legitimada banalizada bajo eslóganes como “cumplir órdenes”, “es así”, “es por vuestro bien”, etc. De esta manera las catástrofes humanas derivadas de decisiones empresarias nos son presentadas como formas inevitables e incluso naturales de la economía.
• A su vez, esta actitud y forma de hacer totalmente amoral y psicópata es divulgada por los medios de comunicación como el mejor de los mundos posibles, y como no hay otro modo de hacer las cosas hay que dejar hacer a la “mano invisible del mercado” que opera de forma igualitaria, democrática y objetiva. Así, no hay culpables, no hay responsables, no hay autoridad; solo poder… en manos de los psicópatas.

Conclusiones

• Esta sociedad moderna del Siglo XXI, dominada por la economía (y las finanzas), ha permitido al psicópata no solamente salir de su medio íntimo y ganar notoriedad y poder en las esferas públicas, sino que su perfil se ha convertido en algo a imitar para alcanzar éxito. La socialización pasa por el aprendizaje de un individuo salvaje, un marcado narcisismo, una pobreza relacional afectiva notable, de una conducta antisocial y violenta importante y, quizás, una pobreza intelectual (de pensamiento y de palabra) obvia.
• La deshumanización es el aprendizaje que debemos hacer para sobrevivir en nuestras sociedades y no ser excluidos. Y ello se ve en la desaparición lenta pero progresiva de toda la esfera pública, de la ciudadanía o civilidad, de la política, de la polis o ciudad, de los espacios sociales de encuentro, de la comunidad, de la educación, de la palabra, del pensamiento, de la acción.
• La naturaleza parásita, cruel y violenta hace del psicópata un superviviente perfectamente adecuado y capacitado para vivir en un tipo de sociedad democrática como la nuestra. La psicopatía está en alza. De alguna manera, nuestras sociedades promociona este tipo de patología, contagiando su proceder a todos los ámbitos sociales.
• La psicopatía se ha hecho con el poder, con las normas, con las reglas de juego, con la política, gracias a la justificación de que la economía es la causante de la mayor parte de las tragedias humanas que se viven en la actualidad.
• En una sociedad anómica, en la que todo vale y cada uno va a lo suyo; en una sociedad en la que la moral y la ética están en vías de extinción; en una sociedad que promueve el comportamiento camaleónico o mimético de actuar “como si”; en una sociedad que promueve la corrupción, el engaño, la mentira, la manipulación, la búsqueda de sensaciones límites, la indiferencia, la personalidad psicopática resulta ser la más adaptativa.
• Se trata de una sociedad en constante cambio, que dificulta sensiblemente las relaciones sociales, en donde las personas están cada vez más solas, asiladas e indiferentes. Una sociedad que promueve el hedonismo y el egoísmo.
• Desde esta perspectiva, la psicopatía no puede recluirse en el reino de la genética ni de la criminalidad exclusivamente. El proceso de socialización que están sufriendo las sociedades modernas favorece el desarrollo y la promoción de la psicopatía como forma de ser y de estar en el mundo. Una psicopatía, de corte organizativo, que encuentra en las estructuras sociales habituales el caldo de cultivo apropiado para desplegar sus poderes y encantos son mayores problemas.

(1) Frase acuñada por Hannah ARENDT (1906-1975), teórica política alemana, en su libro Eichmann en Jerusalén, cuyo subtítulo es Un informe sobre la banalidad del mal. La expresión «banalidad del mal» expresa que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, sólo por el cumplimiento de las órdenes. La tortura, la ejecución de seres humanos o la práctica de actos «malvados» no son considerados a partir de sus efectos o de su resultado final, con tal que las órdenes para ejecutarlos provengan de estamentos superiores. Hannah ARENDT discurre sobre la complejidad de la condición humana y alerta de que es necesario estar siempre atento a lo que llamó la «banalidad del mal» y evitar que ocurra. 

Hoy la frase es utilizada con un significado universal para describir el comportamiento de algunos personajes históricos que cometieron actos de extrema crueldad y sin ninguna compasión para con otros seres humanos, para los que no se han encontrado traumas o cualquier desvío de la personalidad que justificaran sus actos. En resumen: eran «personas normales», a pesar de los actos que cometieron.