viernes, 28 de noviembre de 2014

Nota sobre el blog


He inaugurado una pestaña nueva denominada BAJAR, dentro de la cual he colocado diversos links. La idea es que puedas bajar y conservar textos que puedan ser de tu interés.

Por ahora, he organizado los links en tres grupos, los que direccionan a documentos convertidos a formato PDF y que pueden leerse con Adobe Reader (instalar) o algún otro visor para este tipo de formato. Las categorías son:
  1. Entradas del blog.
  2. Documentos que tratan sobre sistemas, principalmente sistemas TIC orientados, a la gestión de gobierno (TIC: Tecnologías de la Información y Comunicaciones)
  3. Poesía
La primera categoría incluye algunos de los textos surgidos durante mis caminatas al aire libre que he ido subiendo al blog. No están todos, solamente los que considero más significativos. La segunda, comprende textos o documentos -no necesariamente subidos al blog- vinculados a un tema de mi interés, cual es la aplicación de las TIC sobre todo cuando son orientados a resolver demandas de la ciudadanía desde el Estado. En ellos, como autor o coautor, abordamos aspectos vinculados directamente con nuestra experiencia profesional. Por último, se incluyen algunos poemas que agregan comprensión -desde otra mirada- a lo tratado en el blog.

En la medida que vayan surgiendo nuevas ideas, los iremos informando.

Todos los textos son de libre distribución, aunque se solicita citar la fuente: Blog: www.caminatasalairelibre.blogspot.com.ar.

Seguimos en contacto!

martes, 25 de noviembre de 2014

Democracia, Poder y Control


Navegando esta mañana, descubrí esta foto de Karl Popper (1902-1994, filósofo y teórico de la ciencia) en la cual aparece una expresión que se le atribuye y que, en solo diez palabras, nos muestra una potente síntesis que a manera de clave maestra nos permite abordar un aspecto importante de nuestra actual realidad.

Anoche, justamente, hablábamos entre amigos sobre algunas tendencias que vemos surgir a partir de manifestaciones públicas de diversos grupos sociales en diferentes países (profundas ansias de justicia, sentirse respetados como personas y ciudadanos, deseos crecientes de participación, disponer de información veraz sobre los actos de gobierno, vivir en un ambiente sano, etc.). Y decíamos que dentro de estas tendencias, la que parece llevarse el primer premio es la indignación -emergente como consecuencia de un estado social marcado por la impotencia ciudadana, la frustración y la violencia social- y cuyo atributo principal pareciera ser la injusticia. La gente lo percibe y ya no se calla, lo expresa. Y está muy bien. ¿Qué hacer sino?

Y tiene que quedar claro que no estamos hablando de países con regímenes totalitarios, dictatoriales o sanguinarios, sino de países con sistemas democráticos consolidados; naciones cercanas en costumbres e historia a nuestra propia idiosincrasia.

La injusticia siempre afecta los sentimientos de la gente simple (el sentido de justicia, pareciera ser el más afinado y sensible de todos los sentidos humanos, aunque la ciencia no lo haya entendido así). El vecino, aunque parezca estar concentrado en sus cosas diarias (familia, trabajo amigos, ocio, etc.) y deje en manos de “el poder” las cosas del estado, no deja de estar atento, bien atento, a todo aquello que le quita o le agrega valor y calidad a su vida. Y tiene muy claro quién o quiénes son los responsables.

En esto, los políticos parecen vivir auto-engañados (o decididamente se sienten bien en sus "trajes" de cínicos simuladores) pues la ciudadanía, por más simple que sea en sus manifestaciones sociales, tiene una inteligencia y una capacidad de diagnóstico que más de un funcionario quisiera tener.

Cuando las injusticias dejan de ser casos aislados (los cuales se suelen tolerar como “excepciones que justifican las reglas”), para convertirse en pilar central de un sistema, que para colmo se nos dice que es democrático, entonces algo anda mal. Muy mal.

Y acá es donde retomamos el impacto que genera la frase de Popper, pues sentimos que la injusticia es el resultado de un desenfreno creciente y sistemático (no casual, de naturaleza impune y fuera del marco de la Ley) de aquellos estados cuyas instituciones funcionan decididamente mal, aunque en sus formas, disfrazadas mediante un marketing costosamente confeccionado, pretendan engañarnos, distraernos y adormecernos.

Cuando, por ejemplo, observamos los cruces verbales cotidianos -disparando “municiones de todo calibre”- entre funcionarios de distintos poderes, entre políticos en campaña de distintos partidos, entre militantes de diferentes orientaciones (y no hablemos de aquellos “cruces” que llegan a la violencia física), entonces tenemos evidencia concreta sobre la realidad del poder político. Después, claro está, los políticos suelen empezar con sus discursos distractivos, abren sus bocazas en los medios y pretenden explicar lo inexplicable. Lo obvio no puede explicarse, se ve. Cuando lo obvio se refiere a desastres provocados o a factores generadores de injusticias, solo puede ser voluntariamente deformado para confundir o justificado para “zafar”.

"La democracia consiste en poner bajo control el poder político", aparece entonces como una idea-fuerza que debería orientar nuestros pensamientos. Solamente un poder político controlado debidamente, por instituciones realmente democráticas, ciudadanas, puede poner un límite al desenfreno, a la corrupción y a la impunidad. Y ésta debe ser una tarea institucional. Nunca personal o grupal.

La participación aparece entonces como la herramienta constitucional apropiada para ser ejercida en su máxima expresión por la ciudadanía, es decir con firme voluntad y con inteligencia, con la finalidad de fiscalizar atentamente a quienes deben controlar, a quienes deben legislar y a quienes tienen el poder de gestión ejecutiva. Y debemos tener en claro que la participación no termina en el simple acto de votar, es preciso profundizar la misma a través de una acción más comprometida, aunque la misma nos quite algo de nuestro tiempo.

Si finalmente vemos que no hay coincidencia entre la voluntad ciudadana y los resultados de las decisiones del poder, entonces no hay democracia, no hay república, no hay justicia. Hay solamente especulación y corrupción, fuera de todo control, fuera de toda moral, ajeno a toda ética ciudadana.

¿Será ésta la causa de tanta injusticia, de tanta violencia, de tanta indiferencia? José Ortega y Gasset (1883-1955, filósofo y ensayista español) supo decirnos “¡Argentinos, a las cosas!”. Hoy deberíamos actualizar sus dichos  y decir “¡Ciudadanos, a la participación!”.