sábado, 23 de agosto de 2014

Conducta, huevos y justicia

Cuando es necesario realizar determinados trabajos o acciones, suelen aparecer alguna de estos tres tipos de conductas: las proactivas, las pasivas y las indiferentes.

Nadie, sin tener un cierto conocimiento del alma humana, está en condiciones de "juzgar", para cada situación en particular, la conducta que una persona asume, sin haber intentado transitar -a lo largo de un tiempo prudencial- algunos caminos que cada cual tiende dentro de sí, como única manera de conocerse un poco e ir descubriendo así a los demás. Manera eficaz para comprender las motivaciones que suelen avalar nuestras decisiones cotidianas.

Seguramente a muchos de nosotros nos ha tocado vivir, en circunstancias y etapas diversas, cada una de estas posibilidades. Seguramente hemos sido proactivos algunas veces, por momentos hemos actuado con pasividad y en otras situaciones nos ganó la indiferencia. Hagamos un poco de memoria y nos daremos cuenta de ello. Somos parte del cambio. Somos cambio. Lo importante es recordarlo y mantenerlo como memoria activa para evitar posiciones absolutistas que poco valor agregan al clima social.

Esto viene a cuento de lo sucedido hace unos días con un ex-ministro (no hace falta gastar energías en nombrarlo) al intentar dar una charla en una institución académica católica y que fuera agredido por un grupo de jóvenes muy nerviosos, ofuscados y molestos.

A raíz de ello hemos escuchado de todo. Desde un "cada uno tiene derecho a decir lo que se le antoje" (estamos en democracia), pasando por un "no le den bola y aguanten que ya se va a morir", hasta un "hay que fusilar a ese HdP traidor a la patria". Como vemos... muchas miradas frente a lo mismo, muchas reacciones frente a lo mismo.

Ante tanta diversidad creo importante destacar, a la luz de tanta verborragia mediática y emociones desenfrenadas y encontradas, que no todos somos iguales, por lo cual:
-No todos tenemos las mismas responsabilidades, ni las mismas capacidades.
-No todos tenemos el mismo nivel de “salud mental” (el “zoológico” es variado en este sentido).
-Deberían existir premios y castigos (¡para todos!) cuyas magnitudes e intensidades deberían ser directamente proporcionales al impacto que los resultados de nuestras conductas tienen en la sociedad.

Así que, para ir avanzando digamos que, si a los jóvenes ofuscados que tiraron unos huevos (con bastante poca puntería) les corresponde una "reprimenda" por lo hecho (y estoy de acuerdo en ello) ¿Qué castigo le corresponde al frustrado disertante por el perverso resultado de sus pasadas gestiones públicas? ¿Pena de muerte? (no existe en Argentina y no todos podríamos estar de acuerdo) ¿Un latigazo en la espalda por cada habitante perjudicado? (tampoco está permitido, es una práctica en desuso) ¿Un juicio público por la planificada violación de los derechos humanos en la que participó, fue protagonista y cuyas profundas consecuencias todavía estamos soportado? (no estaría mal; pregunto ¿la actual legislación lo permite? y si no, ¿hay legisladores con huevos (de los otros digo) para elaborar un proyecto de ley en ese sentido y defenderlo a muerte?).

¡Y todavía se les regala tiempo de aire a estos personajes para que repitan como Chirolita (1), que la solución de todos los males de hoy es “volver a la década del ‘90”?

La solución a todo esto sería sencilla si la Argentina dispusiera de un Sistema de Justicia proactivo, independiente, serio, eficiente, oportuno y sobre todo, respetuoso de la finalidad con la cual se lo concibió, que en términos más académicos suele decirse respetuoso del espíritu de la ley. Es decir, de un sistema que -además de ser percibido como justo y ocupado en sus legitimas funciones, cual es la de administrar justicia- actúe de oficio ante tanta ostentación psicopática e intente frenar tanta impunidad en el uso malversado de la palabra.

La ausencia de justicia suele ser el "justificativo social preciso" que la mayoría de la ciudadanía -que no es necesariamente experta en derecho (y que no tiene por qué serlo)- suele utilizar para premiar y castigar según su "humor y antojo" circunstancial (lo cual es muy peligroso) a quienes consideran culpables de los males que le aquejan, cuando a aquellos que les corresponde hacerlo están más preocupados en hurgarse el pupo que en satisfacer cabalmente sus funciones.

Entonces, señoras, señores, ciudadanos, sigamos castigando públicamente al "ladrón de gallinas" (primo hermano del "tirador de huevos") y aceptando como "a pares" a los que son causa, motor y figura de tanta violencia, de tanto sufrimiento, de tanta indignidad. No amigos, no somos pares, somos "impares", diferentes. Nada tienen que ver estos "caballeros" con los valores que una buena parte de la sociedad practicamos, defendemos y transmitimos a nuestros hijos.

¿Deberemos seguir controlando nuestras emociones?
¿Deberemos tener esperanza y practicar la paz?
Alguna vez ¿será justicia?

(1) Nombre del muñeco que utilizaba el ventrílocuo Mister Chasman (Argentina)